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Sociedad y asuntos sociales

Cuadro clínico de la demencia

Demencia es un término genérico que engloba más de 50 formas de la enfermedad. Progresan de forma diferente, pero todas conducen a una pérdida de la capacidad mental a largo plazo.

La demencia es una afección neurológica caracterizada por la pérdida progresiva de las capacidades cognitivas. Al principio de la enfermedad, la memoria a corto plazo y la retención suelen estar deterioradas; a medida que avanza la enfermedad, los contenidos de la memoria a largo plazo ya memorizados también desaparecen. Como resultado, las personas que padecen la enfermedad pierden cada vez más las destrezas y habilidades que han ido adquiriendo a lo largo de su vida.

Sin embargo, la demencia es mucho más que un trastorno de la memoria. A medida que avanza, también se produce un deterioro creciente de la atención, el lenguaje, la comprensión, el pensamiento y la orientación. Por tanto, la demencia afecta a todo el ser de la persona: su percepción, su comportamiento y su experiencia.

Se describen diversas causas de la demencia. Se hace una distinción básica entre formas primarias y secundarias de demencia. Las demencias secundarias son síntomas secundarios de otras enfermedades subyacentes, como trastornos metabólicos, deficiencias vitamínicas e intoxicación crónica por alcohol o medicamentos. Estas enfermedades subyacentes son tratables y, en algunos casos, incluso curables. Por lo tanto, a menudo es posible revertir los síntomas de la demencia. El diagnóstico precoz es especialmente importante para diferenciar y tratar a tiempo estas enfermedades demenciales.

Sin embargo, esto sólo representa alrededor del diez por ciento de todos los casos de la enfermedad. Hasta el 90% son demencias primarias, que suelen ser irreversibles.

Según las estimaciones, la enfermedad de Alzheimer es la forma irreversible más común de demencia, con alrededor del 60 al 65%. Le sigue la demencia vascular, que representa entre el 20% y el 30%. Alrededor del 15% sufre una combinación de ambas enfermedades. Otras formas de demencia sólo afectan a entre el 5% y el 15% de los enfermos.

La demencia de Alzheimer es una enfermedad degenerativa del cerebro en el curso de la cual se destruyen irreversiblemente las células nerviosas del cerebro. Esta forma de demencia evoluciona de forma diferente en cada persona. Se caracteriza por un inicio gradual, casi imperceptible, y un empeoramiento continuo de los síntomas.

La demencia vascular se caracteriza por daños en el tejido cerebral causados por alteraciones en los vasos sanguíneos que irrigan el cerebro. Se trata de un trastorno circulatorio del cerebro. Las principales causas son factores que generalmente aumentan el riesgo de enfermedad vascular, como la hipertensión arterial, las cardiopatías, la diabetes mellitus (diabetes) y el tabaquismo. Para prevenir la enfermedad, en este caso también es importante hacer suficiente ejercicio físico, seguir una dieta equilibrada, evitar el tabaco y tratar las enfermedades subyacentes.

Para la mayoría de las enfermedades demenciales no existe actualmente ninguna terapia que conduzca a la curación. Por lo tanto, el objetivo principal del tratamiento es mejorar la calidad de vida de los afectados y sus familiares.

El tratamiento médico de los enfermos de Alzheimer se dirige, entre otras cosas, al neurotransmisor acetilcolina del cerebro. Se utilizan fármacos para inhibir la enzima que asegura la degradación natural de la acetilcolina. Otro enfoque farmacológico consiste en bloquear el efecto del neurotransmisor glutamato, que también se cree que desempeña un papel perjudicial en el proceso de la enfermedad. Para algunos de los afectados, estos medicamentos suponen una mejora de la memoria y la capacidad de concentración.

A veces también retrasan la progresión de los síntomas. Sin embargo, no pueden retrasar ni detener el proceso real de la enfermedad que tiene lugar en el cerebro.

Además, hay una serie de medicamentos que pueden aliviar los síntomas acompañantes de la demencia, como la inquietud, las ilusiones sensoriales, la ansiedad o los trastornos del sueño. El tratamiento farmacológico siempre debe ser llevado a cabo por médicos familiarizados con los trastornos nerviosos en la vejez.

La medicación no es el único método de tratamiento que desempeña un papel importante en el alivio de los síntomas y la mejora de la calidad de vida. Por ejemplo, la psicoterapia puede ser útil en las primeras fases de la enfermedad para ayudar a afrontar el diagnóstico.

Muchos tratamientos están dirigidos a entrenar las capacidades restantes del paciente y a reforzar su autoestima. Es importante centrarse en las capacidades y necesidades existentes de los afectados, tener en cuenta su historia vital y evitar la presión por el rendimiento.

Debido a su enfermedad, los afectados son cada vez menos capaces de adaptarse a su entorno y organizar conscientemente su vida cotidiana. Por tanto, su bienestar depende en gran medida de cómo se adapte el entorno a su deficiencia.

Estado: 15.10.2024

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